miércoles, 11 de noviembre de 2009

Historia del gran novelista Ciro Alegría




“…Nací en una hacienda, crecí en otra, -ambas pertenecientes a la provincia de Huamachuco, en los Andes del Norte del Perú-, y desde niño hube de andar largos caminos para ir a la escuela y al colegio, situados en la ciudad andina de Cajabamba y en la costeña de Trujillo. Así me llené los ojos de panoramas y conocí al pueblo de mi patria.
Mujeres de la raza milenaria me acunaron en sus brazos y ayudaron a andar; con niños indios jugué de pequeño; siendo mayor alterné con peones indios y cholos en las faenas agrarias y los rodeos. En brazos de una muchacha trigueña me alboreó el amor como una amanecida quechua. Y en la áspera tierra de surcos abiertos bajo mis pies y retadoras montañas alzadas frente a mi frente, aprendí la afirmativa ley del hombre andino…”
CIRO ALEGRIA BAZAN





El 4 de noviembre del año 1909, en la pequeña comunidad de Quilca, distrito de Sartimbamba, nadie presagiaba la aparición terrenal de uno de los más notables personajes del indigenismo peruano.
Ciro Alegría Bazán abrió los ojos al mundo tras tres largos días de angustia y padecimiento de su madre. No era para menos, el niño tenía una cabeza desproporcionada que hizo difícil el parto.
Desde un inicio conoció las condiciones precarias de una vida de destierro y marginación. Su padre José Eliseo Alegría y su esposa indígena habían sido expulsados de las comodidades de la hacienda Marcabal Grande, de propiedad de su abuelo, don Teodoro Alegría Lynch, por el simple hecho de no obedecer aquellos principios de oligarquía y estirpe superior. Ello les obliga a refugiarse en Sartimbamba en donde don José cobró fama por sus grandes habilidades para curar diversas enfermedades.
El niño Ciro conforme crecía no demostraba dotes de genio precoz. Al año de nacido, toda la familia vive extrañada, porque el niño no sonríe ni articula palabra. Han pasado dos años y no trata de hablar; su madre llora creyéndolo mudo. Recién a mediados del año 1912, comienza a hablar, para sorpresa de la familia, lo hace de manera correcta.
Sin embargo, ¿qué niño no es un prodigio para sus padres?. Por el año 1914, don José Eliseo, convaleciente de una herida de bala en su pierna vio en su hijo una fuerte inclinación a la lectura. La madre del niño Ciro emocionóse hasta las lágrimas cuando le oyó leer de corrido una crónica de periódico. Recién demostraba una temprana afición por los garabatos. Aprendió entonces a leer y a escribir su propia novela.
Las trashumancia del padre, entre Sartimbamba, Marcabal, Huamachuco y Cajabamba, le permitió al niño Ciro asimilar las inequidades e injusticias terrenales, las constantes y angustiantes luchas por dominar las furias de la naturaleza. Es a los siete años cuando se impresiona por la crecida del río Chusgón con sus graves secuelas de palizadas, desmontes y tragedias.



“…Mis padres fueron mis primeros maestros, pero todo el pueblo peruano terminó por moldearme a su manera y me hizo entender su dolor, su alegría, sus dones mayores y poco reconocidos de inteligencia y fortaleza. Su capacidad creadora, su constancia…”
CIRO ALEGRIA BAZÁN



A los 11 años, enferma de malaria. Su madre preocupada, decide trasladarlo a Cajabamba en donde vivía un gran amigo de la familia, el boticario Gerardo Falcón, en cuya vivienda Ciro se hospeda y recibe tratamiento. Estudia quinto grado de primaria en el Instituto Moderno creado por el destacado maestro Celso Benigno Calderón Cerqueira, a quien recuerda como uno de sus mentores.
Es también en Cajabamba, donde experimenta pasajes que le sirven de inspiración para su novela El Mundo es Ancho y Ajeno. Por ejemplo, intima más con su abuelo don Teodoro Alegría, conocido por su fuerte personalidad, mujeriego empedernido, respetado y temido por su poder económico.
También, escucha seguramente del famoso delincuente Fiero Vásquez, nacido en la comunidad de Nuñumabamba, quien forma parte de los protagonistas de su obra el Mundo es Ancho y Ajeno.
Habiendo sanado y luego de terminar sus estudios de media, José Eliseo lo conduce a Marcabal Grande. El contacto con la gente trabajadora de la hacienda y el trato justo de su padre con los peones lo impactan profundamente.



“…Mi padre administraba la hacienda Marcabal Grande con ánimo justiciero. El tenía características hispánicas y esa aptitud para rebelarse en ideas y hechos que contrabalancea la aptitud para la opresión que también distingue a la raza. En mi madre se combinaban el lirismo irlandés con la ternura nativa. El resultado fue que en Marcabal comenzó a resquebrajarse el feudalismo de la región...”
CIRO ALEGRIA BAZÁN.



Un día llegó a refugiarse un indio comunero llamado Gaspar y otro día un indio colono llamado Pancho. Ambos contaron dramáticas historias. Gaspar andaba perseguido por sublevarse y gran parte de las tierras de su comunidad le habían sido arrebatadas. Pancho llegó con el poncho en hilas, arreando un mohíno jumento que cargaba todos sus bienes y seguido de su escuálida mujer y su hijo, un pequeño de grandes ojos asustados.
La Policía no arribó nunca por Gaspar, pero Ciro comprendió toda su nostalgia de la tierra perdida una vez que lo escuchó tocar su antara, desgarradamente, tarde la noche y en soledad. Los patrones de Pancho lo reclamaron, mandándole decir a su padre que “lo devolviera”. Entre los hacendados regía la ley no escrita pero respetada, de que los indios pertenecían a la tierra. Su padre no lo devolvió.
La hacienda está en las riberas del río Marañón. Una vez llegó un hombre de río abajo, con una enorme llaga tropical que le estaba comiendo un brazo. José lo curó y él se quedó a vivir en Marcabal. Se llamaba Manuel Baca y era un gran narrador de cuentos y sucedidos, fuera de ser diestro en cualquier faena. Caída la tarde frente al sol de venados, que es una laya de sol naranja que dora las lomas a la oración, Manuel parlaba con voz de conseja…”
Pasada su intensa etapa de adolescencia, lleno de aprendizajes a fuerza de voluntad humana para dominar la naturaleza, en los tristes y desolados parajes andinos, donde prevalece la ley del más fuerte, llega la hora de despedirse de sus padres para ir a la progresista Ciudad de Trujillo a seguir estudios universitarios.
Al igual que en su niñez y adolescencia, esta etapa fue muy dura para él. Destaca su activismo político contra el régimen fascista y forma parte de los rebeldes partidarios del aprismo. Sufrió persecuciones que lo obligaron a refugiarse por los más recónditos lugares de la sierra andina, hasta pasar por ceja de Selva en Calemar, Bambamarca, Celendín donde es tomado prisionero y conducido hasta Lima. Durante su peregrinaje castigó su cuerpo duramente con angustiantes y prolongadas hambrunas, los inclementes fenómenos naturales, además del castigo físico de sus captores.

Luego, tras una amnistía a los presos políticos dictada por el gobierno de Benavides, Ciro es deportado a Chile por el año 1934 en donde le vendrían a la mente sus imborrables recuerdos andinos, sus entrañables tertulias con los indios huidos, con el inolvidable Manuel Baca, con los nostálgicos cuentos de su abuela Juana y las historias contadas por su padre José, combinadas con su ilimitada imaginación y su prosa fenomenal, diera paso a la Serpiente de Oro (1935), Los Perros Hambrientos (1939) y ganar fama universal con EL MUNDO ES ANCHO Y AJENO (1941).
Su retorno a Perú, desde luego se presagiada apoteósica, no era para menos. Volvía el peruano desterrado que nunca olvidaría a su patria a pesar de recibir harto palo. Es que seguramente en su conciencia se había grabado ese adagio andino “Más mi pegas, más ti quiero”.


VIGENCIA DEL PENSAMIENTO POLÍTICO DE CIRO ALEGRIA
Los años de destierro no mellaron ni un ápice su indomable espíritu; su concepción ideológica y su gran apego por los que sufren la explotación del hombre por el hombre, específicamente por el campesinado, cuyos principales problemas son el de la tierra y el de la educación, hay que darle tierras y escuelas, así haríamos una revolución de enormes resultados.



“La Antuca, Rosendo Maqui, el Fiero Vásquez, Benito Castro están hablando por mí, de mi vinculación política y de mi adhesión al pueblo…”
“Creo contar con polemistas leales, con hombres limpios de los prejuicios de antaño, con revolucionarios que han comenzado a hacer la revolución dentro de sus mismos espíritus…”
CIRO ALEGRÍA.



Es preciso notar su renuncia al primigenio proyecto político porque se alió con sus más crudos y encarnizados enemigos -de allí su desencanto- y debido a la coyuntura, postula a una diputación por otro partido.
Define al partido que ha ingresado como aquél que puede trabajar mejor en bien del Perú: “Su programa es preciso y factible. Nuestro país ha sufrido mucho bajo las tiranías, necesitamos asegurar las garantías individuales y colectivas para poder trabajar en la reformas que quiere el pueblo, de lo contrario, la voz del pueblo es ahogada y no se hace nada…”.
Ciro Alegría, junto con Abelardo Gamarra y José Faustino Sánchez Carrión, a la postre la única trilogía de diputados que nació en esta tierra, encarna el pensamiento y la visión del nuevo hombre del Perú. Autocríticos, rebeldes y proactivos, sensibles y muy humanos, ancestrales y telúricos en su vinculación con su entorno.
Su ideología centra como tema fundamental la postergación del indio despojado de su propia herencia terrenal. Para Ciro no habrá justicia mientras ésta no respete las ancestrales sapiencias de los comuneros que por siglos mantienen sus propios códigos de honor.

¿Es la tierra mejor que la mujer?. Era hermoso de ver el cromo jocundo del caserío y era más hermoso vivir en él. ¿Sabe algo la civilización?. Ella desde luego, puede afirmar o negar la excelencia de esa vida. Los seres que se habían dado a la tarea de existir allí, entendían, desde hacía siglos que la felicidad nace de la justicia y que la justicia nace del bien de todos. Así lo habían establecido el tiempo, la fuerza de la tradición, la voluntad de los hombres y el seguro don de la tierra…”
CIRO ALEGRÍA

En nuestras tres cadenas de montañas andinas vive un pueblo al que le han podido quitar todo, menos la voluntad de permanecer, que es la primera y más honda forma de la esperanza.
Alienta esa voluntad esperanzada una impertérrita voluntad vital; paciencia frente a la adversidad; orgullo abroquelado de silencio que se rinde sólo ante la voz de la hermandad; fuerza de la sangre que convierte en un don el simple hecho de existir; irrenunciable apego a la tierra madre; ninguna vanidad frente al éxito y ningún desaliento frente al fracaso; afición acendrada por la música, el color, la forma y la leyenda; trabajo en equipo y ayuda mutua dentro del trabajo; respeto por el mejor que no excluye el espíritu democrático.
Existe allí toda una filosofía, por mucho que el indio no la haya organizado bajo ningún nombre, y una clara ley vital que lo protege, por mucho que entre las escritas no lo proteja bien ninguno.
Al final, Benito Castro pierde su revolución, pero tal hecho no entraña una derrota verdadera. Les ha ocurrido otro tanto a miles como él. Frente al ciego desdén y la implacable violencia del señor feudal, el indio mantiene calladamente su personalidad y espera sin renunciar.


REVALORANDO SU LEGADO INTELECTUAL
En los tiempos actuales que nos impone mirar a las raíces más profundas de la ética en la que cimentaron nuestra identidad cultural, está Ciro Alegría en los forjadores del alma nacional, afirmando su pasión que la de la justicia y sin otro interés que el del hombre libre.



“Mi punto de vista dialéctico está relacionado con la liberación del hombre que terminó por moldearme a su manera y me hizo entender su dolor, su alegría…”
CIRO ALEGRÍA



Es por eso que su pensamiento sigue vigente a pesar de temprana desaparición en 1967. A partir de este suceso, trasuntando la muerte más allá de la vida, aparece la esposa de Ciro, Dora Varona.
Es justo reconocer en ella a la mujer que lo acompañó en sus últimos días, como la sombra de ese cóndor que extendió sus alas a la inmortalidad, y, hablando de esta inconmensurable categoría, Dora pasa a ser la mujer que perenniza su legado cultural.
Dora Varona implica la continuidad del verbo y de la acción de Ciro, se encarga de iniciar la etapa de redescubrimiento de su legado intelectual. A partir de ella empieza un nuevo enfoque de la ideología del gran novelista.
Recupera a través de su pluma al Ciro escritor y periodista, al político y al trashumante viajero, al mundano hombre pero al mismo tiempo querendón de su familia.
El hecho de trasuntar entre el exilio y su patria, si bien es cierto que sufrió, castigo, tortura que lo llevó a perder un pulmón, a pesar de todo, jamás se le escuchó una palabra fuera de tono de su querida patria.
¿Acaso los hombres de este tiempo y los de su propia tierra, hemos comprendido el verdadero legado cultural de Ciro?¿Acaso hemos recuperado la visión del hombre andino por la tierra y la educación?¿Acaso los maestros han contextualizado a Ciro para recuperar su verdadera validez literaria y novelística?¿No será mejor interpretar a Ciro antes que a Faulkener, Heminway y otros?¿No quedará en el tintero algunas de estas reflexiones?, o simplemente seguiremos diciendo ¿Qué culpa tiene uno de ser indio, acaso no es hombre, o carajo habrá que teñirse de blanco? O simplemente seguir manifestando como Ciro… “La felicidad nace de la justicia y la justicia nace del bien de todos…”

Tras las Huellas de Ciro Alegría Bazán


"...los hombres que se habían dado a la tarea de existir allí, entendían que la felicidad nace de la justicia y que la justicia nace del bien de todos...", Ciro Alegría Bazán: El Mundo es Ancho y Ajeno